al mirarme, con tus ojos pequeños
(árbol que nunca me niega sus leños),
la ternura que sosiega este río,
yo la encuentro en tu mirada inocente,
en tu cola cuando baila contenta,
en tu amistad, amigo, que calienta
tanto frío que siento entre la gente.
Tu ladrido reclama un cariñito,
y yo gano tranquilidad y olvido,
que el horroroso mundo es infinito y
que en su selva de horror estoy perdido,
pues mi pequeño amigo estás bendito,
y sólo encuentro amor en tu ladrido.
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