miércoles, 1 de diciembre de 2010

Cumpleaños.

Cumpleaños. Abuela. Aproximadamente 28105 días sin tomar en cuenta los años bisiestos. Abuela dice que nunca había comido tanto en su vida, que está muy llena. De esto podemos deducir que la luna cumple años cada 28 días. Afuera las casas se tragan a los gatos; adentro Jocelyn come panqué de vainilla acompañándolo con el café que llena la soledad de una taza. Afuera hay viejas llorando como fuentes, y fuentes que lloran de viejas; adentro sólo lloran las paredes, también de viejas, derramando sus lágrimas de yeso y pintura mordida por el tiempo. Los autos afuera pasan como limones. Adentro los limones hacen fiesta con las papas, que saben disfrutan la última noche de sus tuberculosas vidas. Mañana sufrirán torturas, serán mutiladas, cocinadas vivas. Pero hoy es día de fiesta en la cocina, y en la sala, y hay palomillas que hacen fiestas en los focos de las lámparas, irritando sólo a las moscas que duermen por ahí debajo de los muebles como murciélagos, pero a la inversa. Hay tomates que tocan violines moribundos. Y lechugas que aplauden con las hojas a falta de palmas. En la sala coexisten las tertulias, y el señor Fóster mira con nostalgia los camiones que pintan de amarillo los cristales a ratos. Piensa en su primer cumpleaños. En los niños que lo cuidaron como padres, y que crecieron a un ritmo más lento que el suyo. Ahora el señor Fóster es un viejo con alma de niño, y yo, que soy otro con el alma como la suya (pero mucho menos viejo), lo miro con esa melancolía que últimamente se me cuelga de los ojos cuando voy a mirarlo.

1 comentario: